Los verdaderos motivos que se esconden tras el avispero sirio; el gas de la muerte.
Muchos años después de comenzar la guerra, Siria es un país que ya solo existe sobre el mapa. Un escenario devastado, con decenas de actores no invitados y millones de civiles al límite.
¿Cuál piensas que es el verdadero origen de la guerra en Siria? ¿quizás un nuevo esfuerzo por exportar democracia a otro país cruelmente oprimido? ¿una alianza estratégica para combatir musulmanes extremistas o dictaduras criminales?
Los expertos señalan a la lucha energética como uno de los detonantes de la guerra. La carrera por la construcción de gasoductos que pretendían atravesar la Siria de preguerra mantuvo enfrentados a los dos grandes proyectos políticos regionales: las monarquías Suníes del Golfo aliadas con la tambíen suni Turquía por un lado, y la potencia Chií regional: Irán, junto a Siria e Irak por otro.
Ambos bloques a su vez se enfrentan en el tablero sirio con múltiples facciones, con Washington avalando a los primeros y Rusia respaldando a los segundos.
La mayoría de los países beligerantes en la guerra Siria son países exportadores de gas con distintos grados de intereses en uno u otro gasoducto que compiten por cruzar el territorio sirio para librar el gas bien catarí o iraní y abastecer a Europa.
La batalla por Siria no está originada esta vez en los recursos propios, sino que se debe más bien a su estratégica posición geográfica a orillas del Mediterráneo y su consiguiente potencial como corredor hacia Europa.
Qatar e Irán comparten la mayor reserva de gas natural mundial, con 51 trillones de metros cúbicos de gas enterrados a 3.000 metros bajo el Golfo Pérsico, ambos aspiran a trazar unos recorridos de suministros alternativos.
Antes del comienzo de la guerra, Asad declinó la propuesta qatarí, que hubiera perjudicado a su aliado ruso. La estatal rusa Gazprom provee el 25% del gas que consume Europa y sus beneficios globales corresponden a una quinta parte del presupuesto del Estado ruso. Preocupado ante la creciente dependencia de Europa en materia de gas hacia Moscú, Estados Unidos se sumó a la guerra de los gasoductos con la propuesta de Nabuco: un gasoducto que aspiraba a evitar las zonas de influencia rusa y pujar de las reservas del mar Negro y de Asia Central. Sin embargo, los gasoductos diseñados por Rusia (South Stream y Nord Stream) se antojan más viables económicamente dadas las amplias reservas con las que cuenta el país. Sin una alternativa ventajosa, Rusia sigue nutriendo a Europa con un cuarto de sus necesidades en gas, dejando al continente europeo a merced de los continuos choques entre Rusia y Ucrania (pasaje del gasoducto ruso) con la interferencia occidental y la consiguiente oscilación de precios.
En su lugar, el presidente sirio aceptó en 2010 participar en otro proyecto: el gasoducto islámico propuesto por Irán. Se trata de un canal que atravesaría Irak y Siria, convirtiendo a esta última en una importante plataforma antes de alcanzar Europa. La construcción de los 1.500 kilómetros de conducto llevaría tres años con un coste de 9.000 millones de euros. Damasco y Teherán firmaron el acuerdo en julio de 2011, cuatro meses después de que estallaran las protestas populares en Siria.
El gasoducto chií podía reposicionar políticamente a una Irán en aras de reinserción en el mercado internacional y ofrecer una alternativa capaz de reducir la dependencia europea con Rusia. Un escenario que se antoja una de las peores pesadillas tanto para las monarquías suníes del Golfo, como para los políticos de Washington.
Los diferentes actores que pujaron por uno u otro gasoducto, son todos hoy piezas clave en el tablero de guerra sirio.
Por un lado las alianzas que pretenden el gaseoducto suní y sus aliados: efectivos de Estados Unidos, junto con los servicios secretos británicos y franceses, entrenan a facciones rebeldes y financian a grupos opositores en el exilio con el objetivo de derrocar al régimen actual. A Qatar y Arabia Saudí financian a rebeldes e islamistas insurrectos en Siria, contando con el apoyo logístico de Turquía.
En cuanto al bando iraní, Bachar el Asad ha jugado un rol clave al desplegar efectivos de su Guardia Republicana en Siria. Rusia ha compensado el peso de Estados Unidos en el tablero internacional, sumándose a la lucha antiterrorista contra el ISIS pero aprovechando para bombardear también las posiciones de rebeldes y yihadistas avaladas por el otro bando. También ha desplegado efectivos en el terreno y rearmado a las tropas regulares sirias. A ellos se suman varias milicias chiíes regionales, como la libanesa Hezbolá, iraquíes y afganas.
Un cambio de régimen alauí en Siria que diera paso a un Gobierno suní aliado serviría por lo tanto no sólo a los designios políticos de la alianza Doha-Riad-Ankara-Washington sino también a sus ambiciones energéticas. No obstante, el reciente acercamiento entre Erdogan y Putin corre el riesgo de contrariar a más de un experto, rompiendo el statu quo actual al abrir las puertas a nuevas alianzas que sacudan el tablero sirio.
De esta forma hemos estado asistiendo a la intervención de las grandes potencias occidentales utilizando el grado de criminalidad del dictador de turno para justificar la intervención en países desestabilizados. Distintos “golpes de mano” en aquellos países donde ha germinado la llamada “primavera árabe”.
En muchos de ellos al final han acabado interviniendo las grandes potencias y sus intereses; poniendo en el poder al dictador Al-Sisi, en Egipto, derrocando a Gadafi en Libia, también Siria es disputada por potencias locales e internacionales.
Sin entrar en la mal llamada “democracia” implantada en Irak, donde reina el caos y el saqueo.
La utilización sistemática de la mentira para justificar el intervencionismo, intereses geoestratégicos y apropiación de recursos.
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